La elección léxica

 

La elección léxica consiste en escoger, de entre un grupo de sinónimos o campo semántico, aquella palabra que más se ajuste a la impresión que queremos dar con nuestra voz narrativa. Se trata de una técnica básica que afecta tanto a la narración, condicionando en gran medida el efecto narrativo, como a la descripción, en la que determina la imagen mental del objeto o personaje descrito.

En general, la elección léxica depende fundamentalmente del punto de vista del narrador: cuando es objetivo, se procurarán términos neutros, sin connotación, especialmente en sustantivos y adjetivos; cuando es subjetivo, se elegirán aquellos términos que refuercen la opinión o sensación que se pretende, incluyéndose además los verbos que mejor transmitan el tono de la narración.

Sin embargo, el uso diario del lenguaje puede dificultarnos esta tarea, pues en el habla diaria no tenemos el mismo cuidado en calibrar las connotaciones de las palabras o los matices que cada una de ellas pueda aportar dentro de su grupo de sinónimos o campo semántico. Por eso, y por la importancia de esta técnica en la creación literaria, hemos decidido profundizar en este tema, centrándonos en los tres grupos de palabras más importantes.

 

Los sustantivos

La elección léxica de los sustantivos está enfocada a la caracterización, y aparece sobre todo en la descripción de espacios y personajes.

Por un lado, se basa en la neutralidad y la especificidad del grupo de sinónimos. Por ejemplo, si en nuestra narración aparece una mujer joven, nuestra elección léxica va a determinar parte de la sensación del personaje en el lector: si escogemos chica o muchacha, nos mantendremos dentro de la neutralidad, pero zagala aporta un tono más rural y doncella remite a un imaginario medieval, jovencita connota un narrador en edad madura mientras que adolescente define el rango de edad.

Por otro lado, la elección léxica puede desviarse un poco del significado puro de la palabra, optándose por términos pertenecientes al mismo campo semántico pero que aportan matices que permiten crear una imagen mental más subjetiva. Pongamos por ejemplo una casa: además de los sinónimos hogar y morada, que aportan matices relacionados con el refugio, dependiendo de las características de la casa podremos utilizar diferentes términos para provocar una sensación u otra; por ejemplo, un chalet puede ser llamado palacete o caserón, lo que determinará, de un plumazo, la imagen mental que produce.

Además, los sustantivos pueden estar sujetos a matizaciones gramaticales que refuerzan la visión positiva o negativa del objeto. Siguiendo el ejemplo anterior, el lector no percibirá lo mismo si decimos casita, casaza, casucha, etc. En este sentido, recordemos que los diminutivos suelen connotar cariño por el objeto, mientras que las referencias al tamaño grande implican admiración o deseo.

 

Los adjetivos

Por el carácter descriptivo de los adjetivos, su elección léxica entra en juego fundamentalmente en la descripción. En función de que ésta sea objetiva o subjetiva, se elegirán adjetivos calificativos o valorativos.

Los adjetivos que más variedad léxica ofrecen son aquellos relativos a formas y tamaños. Por ejemplo, delgado es un adjetivo neutro, pero sinónimos como flaco o escuálido son negativos, mientras que fino o esbelto dan una imagen positiva; esquelético añade además una comparación; esmirriado o enjuto, un matiz de altura, y grácil, de movimiento. Otro caso interesante es el adjetivo grande: valorativo en sí mismo por corresponderse con la proporción de tamaño entre la voz narrativa y el objeto, sus intensificadores enorme y considerable se mantienen en la neutralidad, mientras que desmesurado o exorbitante son negativos; por su parte, gigantesco y colosal aportan una comparación implícita que puede ser ambigua, y grandioso connota admiración, resultando positiva.

A esto habría que añadirse las connotaciones culturales de ciertos rasgos físicos. Uno de ellos es el opuesto del primer ejemplo, gordo, que siendo naturalmente neutro, a día de hoy se considera una forma negativa y políticamente incorrecta. Por tanto, en una descripción objetiva es preferible la forma neutra neutro corpulento, mientras que en una positiva son preferibles términos como regordete, rechoncho y rellenito, que añaden matices cariñosos, e incluso robusto, que implica fortaleza; en cambio, una visión negativa optaría por adjetivos como orondo o grueso, mientras que corpulento añade connotaciones de tamaño y seboso cierto cariz desagradable.

Además, estos adjetivos son susceptibles de formas comparativas y superlativas, aunque éstas suponen un relativo empobrecimiento del estilo, frente al uso de adjetivos que presentan este rasgo de forma natural.

Por su parte, los adjetivos relativos a los colores se apoyan más en la comparación con objetos del mismo color, pues el uso poético de de esta técnica retórica a través de nuestra historia literaria ha creado una serie de tópicos culturales con los que el lector formará su imagen mental casi inmediatamente. Por ejemplo, el color negro ha sido tradicionalmente comparado con materiales como  la pez, el carbón y el azabache, cuyo valor cultural es añadido al color descrito, introduciendo una valoración en función de la calidad del material; por su parte, una comparación con la boca del lobo o con la noche añade un matiz de misterio propio a la oscuridad y a cierto matiz espacial de profundidad. El rojo, sin embargo, permite mucho juego, pues al estar culturalmente asociado a la pasión y la violencia, es tradicional su comparación con el fuego y la lava, pero también con materiales preciosos como el rubí o el coral, y con objetos de gran sensualidad, como la rosa o la fresa.

 

Los verbos

La elección léxica de los verbos abarca resulta especialmente interesante, pues siendo su natural significado el de acciones, no siempre se corresponden con el desarrollo de incidentes de la narración.

También en la descripción aparecen, necesariamente, los verbos, si bien sus tipos dependerán del tipo de descripción. En las descripciones espaciales, predominan los verbos de estado cuando se trata de crear un escenario, mientras que en la creación de atmósfera pueden introducirse tipos muy diferentes, en función de la sensación que se pretenda. Por ejemplo, tomemos la descripción de una gárgola gótica en una iglesia: en una simple creación de escenario se utilizará el verbo estar, mientras que una enfocada a crear terror podrá escoger entre erigirse, dominar e incluso vigilar¸ que aportan una visión negativa y amenazadora; en cambio, si ésta es más admiración, se optará por verbos más positivos como sobresalir, coronar o presidir; para términos más ambiguos, como alzarse o erguirse serán necesarios adverbios que maticen la visión negativa o positiva. Si lo que se pretende es dar dinamismo a la imagen, se utilizarán verbos que impliquen movimiento, tales como acercarse o alejarse, recorrer, derramarse, ascender o trepar, caer o descolgarse, etc.

En las descripciones de personajes ocurre lo mismo. En este caso, destaca especialmente la descripción física: una descripción objetiva presentará verbos como tener, llevar, vestir, etc., mientras que una positiva utilizará lucir, brillar, adornar; en cambio, una descripción negativa puede utilizar verbos como jactarse, ostentar, alardear, etc.

En cuanto a la narración, la elección léxica depende más del efecto literario que se pretende que del punto de vista del narrador, siendo lo ideal escoger aquel sinónimo que refuerce la sensación deseada. Así, el neutro correr no provoca en el lector la misma sensación que apresurarse o precipitarse, en las que se percibe urgencia, o que galopar, que transmite un movimiento deslavazado. O el genérico herir crea diferentes imágenes mentales de sinónimos como lastimar (más suave), lesionar (menos sangrienta), lacerar (más superficial) o dañar (más emocional que física). Por su parte, el verbo amar ofrece una amplia gama de sinónimos de diferente naturaleza: descartados aquellos que remiten al inicio del amor, como enamorarse o prendarse, encontramos aquellos más intensos y que sugieren un enaltecimiento del ser amado frente al amante, como adorar o venerar.

 

 

Bibliografía

Cómo citar este artículo: Aranda, M.P. (2018). La elección léxica. Trucos de Pluma. Recuperado el dd/mm/aaaa de https://trucosdepluma.com/teoria-para-escritores/diccionario-del-escritor/eleccion-lexica/

 

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