Microcuentos de Halloween
El próximo sábado es Halloween.
¿A quién le apetece escribir un microcuento de terror de 300 palabras?
Esta vez hemos escogido dados que acompañen al tema y ha salido esto:
Un truco para los valientes que se atrevan: lo importante en los relatos de terror no es que la historia sea terrorífica, sino que consigáis transmitir la sensación de terror.
Podéis subir vuestros relatos como comentarios de la entrada. ¡Estamos deseando leerlos!
¿Qué representa el primer dado y el segundo? Gracias. Abrazo.
¡Hola, Natalia!
Acabo de responder a Sara: faro, trampilla y sombra.
Pensé que serían reconocibles. Para la próxima, además de mostrarlos, os digo las palabras 😉
Hola Marina, los relatos de Halloween se pueden escribir todo el mes ? No sé si es un reto mensual o sólo de fin de semana.
Otra cosa, no distingo bien los dibujos de la dados, podrías explicarlos porfa?
¡Hola, Sara!
En realidad, podéis escribirlos cuando queráis, pero lo suyo es no alargaros mucho en el tiempo.
En cuanto a los dados, las palabras son: faro, trampilla y sombra.
A ver qué se te ocurre 😉
Relato de terror.
Un faro oxidado ilumina la vieja casa de la colina. Una casa abandonada. Siniestra y oscura. Los del pueblo dicen que hay almas encarceladas allí. Tienen terror y respeto a ese antro. La ignoran. O al menos lo intentan. Y sí algún transeúnte pregunta, tiritan, tartamudean, sienten sudor frío, solo con recordar a Juana. Una mujer muy desgraciada que se enterró junto a su familia en aquel habitáculo de la colina. Los vecinos aseguran que si levantas la trampilla te topas con tres cadáveres momificados que por circunstancias naturales han mantenido la conservación de su cuerpo en un estado aceptable, muchos años después de la tragedia. Incluso aseguran que la cuna sigue meciéndose. Un programa de televisión de un famoso médium, se interesa por la historia. La historia de Juana. Se trasladan a las oscuras colinas de Nunca Jamás. Con su cámara intenta grabar lo que sus ojos ven. Un sitio derruido, tablas escasas en el suelo, peligro de caer al sótano. Telarañas al peso… Una cuna que se mece sola y se acompañada de llantos sangrientos. Llantos imparables. El bebé con sus cuencas asimétricas y vacías. Tez blanca y boca cuajada de dientes. Según el médium seguía sufriendo. Su alma y la de sus padres estaban encadenadas a la tragedia. Cuenta la leyenda que los Draculines acabaron locos con tantos espíritus campando a sus anchas, tantas luces y aparatos desobedientes y decidieron su suerte en dos disparos. acabar con sus vidas. El bebé en la premura del asunto se queda vivo. Y en la desgracia, decide, un entierro digno para sus progenitores y los deposita bajo la trampilla en el sótano de once escalones. Aún llora el abandono. En la noche oscura, los padres suben con las sienes empapadas, aún, por el disparo mortal a mecer a su bebé.
Revisa la cámara, sólo graba sombras.
¡Muy buen relato, Natalia! Y eso que el terror no es tu fuerte. ¡Te ha salido bordado!
Natalia ¡Qué miedo! ¡Vaya relato! Te ha quedado estupendo.
¡¡¡Bravo Natalia!! Muy bueno. Me ha gustado mucho.
Interesante relato, Natalia. Muy bien escrito.
Ahora enviaré el mío.
. El VIEJO CASERÓN INDIANO
El viento arreciaba en la bahía. Se aproximaba una grandiosa tormenta. Desde el ventanal del salón se oía el estremecedor choque de las olas en el acantilado cercano. El agua se estrellaba en el arrecife formando remolinos de espuma blanca. La antigua mansión de estilo indiano, empezó a quejarse.
El ventarrón se colaba por las castigadas ventanas ululando lúgubres presagios. Los lugareños contaban historias tétricas del viejo caserón. Se decía que en su sótano estaban enterrados muchos hombres y mujeres asesinados tras la represión de la guerra civil. Por estas fechas, si había tormenta, subían por la trampilla del sótano y arrastrando por los pelos a todos aquellos que se encontraban por los alrededores se los llevaban al averno. Supersticiones de palurdos, pensaba Juanita, que había alquilado esa semana la casa por un precio irrisorio. Necesitaba concentrarse para terminar su novela. El vendaval y la lluvia arreciaron con tanta fuerza, que abrió la ventana grande rompiendo los cristales. Las luces se apagaron sumiendo la estancia en una profunda oscuridad. Un chillido espeluznante se escuchó en toda la casa. Parecía que provenía de lo más profundo de la tierra. “Será el viento”, pensó Juanita para animarse. Sintió que se le erizaba el pelo, mezcla del frío y del pánico que le empezaba a entrar. Intentó buscar una linterna en los cajones del aparador, pero no le dio tiempo. A la luz intermitente del faro, percibió unas gigantescas sombras que se aproximaban. Cogiéndola de los pelos la arrastraron por toda la estancia. Intentó agarrarse a las patas de mesas, sillas y todo tipo de objetos con los que tropezaba. Pero todo fue inútil. Aquella fuerza irresistible la fue desplazando lenta, pero inexorablemente a las profundidades mientras el viento aullaba con rabia y ella gimiendo gritaba.
— ¡Nooooo! Por favooor … por favor … por favor …, ¡A mí noooo!
La tormenta amainó y todo volvió a la calma.
¡Bravo! A quien se le ha puesto los pelos de punta ha sido a mí. ¡Un relato de terror estupendo!