¡Empieza el verano!
Sol, calor… ¡Hoy es el primer día de verano!
Y, ¡¿qué mejor para celebrarlo que dedicarle nuestro relato de temporada a eso que tanto se echa de menos en estos días?!
Así que, ¿qué os parece un relato de 300 palabras que verse sobre un sofocante día de playa con sombrillas voladoras y protagonizado por el astro rey?
¿Os atrevéis?
Podéis subir vuestros relatos como comentarios de la entrada. ¡Estamos deseando leerlos!
Dulce pecado.
El caramelo de su carne me seduce, atrapándome con la promesa de su sabor. Cierro los ojos, intentado capturar en mi retina el sublime momento. Vuelvo a abrirlos. Sigue allí, delante de mí, inundando mis sentidos. Mi mirada envidiosa persigue a la golosa gota que serpentinamente viaja por su moreno cuerpo, mientras mi calenturienta mente imagina que es mi lengua, la que disfruta de aquel maravilloso recorrido. Observo como se desliza por su redondez, lenta y sinuosamente. Su tersura atrapa mi atención, y noto como mis glándulas salivares comienzan a trabajar. Y aquí, en esta abarrotada playa, bajo un sol de justicia, él, silenciosamente, me invita a pecar, y yo, pecadora confesa estoy deseando caer presa de ese placer.
¡Ya! Sé que me arrepentiré, pero no puedo aguantar más. ¡Lo necesito! Voy a atacar. Estoy tan cerca… Mis manos y mi pecho comienzan a temblar. Un fuego líquido recorre mis venas ante tal delicia. Mis labios se abren, mis dedos casi lo rozan…
—¡Agg! ¡Maldición! —exclamo, estupefacta, con el helado de chocolate recorriendo mi rostro —¿Quién ha sido el desgraciado que me ha tirado la pelota?
¡Jajaja! Eso sí que es un giro sorpresivo. ¡Me encanta!
¡Qué chulo!
¡¡¡ Genial !!!!
Jajaja, ¡yo estaba saboreando el helado también! suerte que esquivé la pelota. Ahora me toca hacer ejercicio para deshacerme de la traza que ha dejado en mis michelines
̶ ¿Qué os pasa que no queréis que mis rayos os den vitaminas? ¡Salid de debajo de las sombrillas! Nada, no sale nadie.
El sol pensó todo esto mientras miró la playa llena de sombrillas, no se veía ni un trocito de arena, las sombrillas tapaban toda la extensión playera. Triste decidió hablar con el viento.
̶ ¡Hola viento, necesito tu ayuda! ̶ le dijo el sol. Quiero que soples con fuerza para arrancar de la arena todas las sombrillas.
̶ Pero si están debajo de las sombrillas, es que no te quieren y prefieren la sombra ̶ contestó el viento.
̶ ¡Yo quiero verles, ponerles morenitos, darles beneficios, soy muy bueno para subir el ánimo y las defensas, mi vitamina D es perfecta para los huesos y la piel. Prometo no quemarles ̶ afirmó el sol
̶ De acuerdo, te ayudaré ̶ repicó el viento.
Al instante se formó un remolino de viento, parecido a un pequeño tornado y levantó todas las sombrillas que volaron chocando unas con otras. Pero debajo de ellas, no había nadie.
El sol no daba crédito a lo que veía. Se preguntaba ¿por qué estaban las sombrillas solas y dónde estaba la gente? Intranquilo sus rayos subieron de temperatura y comenzó a quemarlas sin darse cuenta. En pocos minutos la playa era una gran hoguera, el humo se veía a kilómetros. El sol estaba angustiado.
̶ ¡Despierta Lorenzo, despierta! ̶ le dijo la luna
̶ ¿Qué pasa Catalina? ̶ contestó el sol medio dormido.
̶ Qué tienes que levantarte y salir y yo me voy a dormir ̶ añadió la luna.
El sol respiró tranquilo al darse cuenta de que todo había sido un sueño y que la gente le seguía queriendo y reclamando sus rayos y salió resplandeciente y contento y con quedado de no quemar nada, ni a nadie.
CANCIÓN POPULAR
Al sol le llaman Lorenzo y a la luna Catalina, cuando de acuesta Lorenzo, se levanta Catalina, …
Me ha encantado, Mª José. Y qué recuerdos lo de la canción popular 🙂
Me ha gustado mucho el relato Mª José. Muy bueno.
Precioso Mª José
MUy bonito
CARLITOS Y EL VIENTO DE LEVANTE
Sábado, calor a rabiar, viento traicionero, que le llaman de Levante.
Carlitos y su familia, llegaban a la playa después de un largo invierno
Preparados con; sobrillas, neveras, toallas, esterillas, cremas. El papá de Carlitos parecía un árbol de navidad, apenas se le veía la cabeza con tantas cosas, a no ser por aquel sobrero que le había comprado su mamá color naranja chillón. Ella, se encargaba de la merienda y de los juguetes de Carlitos, estos iban en una gran bolsa atada con una cuerda que no se abría desde el ultimo día de playa del año pasado.
Por fin pisaron la arena, su padre empezó a brincar, se le habían olvidado las chanclas en el coche, la arena ardía, corrió como pudo hacía el agua, desprendiéndose de camino de cada una de las cosas que traía. Aliviado en el agua, no quería salir.
– ¡¡Papá, ven a colocar las sombrillas!!! – gritaba Carlitos.
– ¡¡Un momento por favor!!! Mis pies aún no responden.
Mamá le dejo las chanclas y pudo colocar las sombrillas, Carlitos saco sus juguetes y con la cuerda que sujetaba su bolsa se le ocurrió una idea, la ato a cada uno de los palos de las sombrillas y a su cintura, para que no se volarán. Y no, no volaron solas, voló él con ellas y justo cuando el padre volvía al coche para recoger sus chanclas, le vio pasar por encima de su cabeza. Al segundo reaccionó y le sujeto de los pies. No podía frenar, el viento era fuerte y patinaba por la arena como si hiiciera surf.
La madre, desde abajo chillaba, pedía auxilio
El socorrista corrió detrás sujetándole tan fuerte como podía. Fueron necesarios tres bañistas más para poder bajar a Carlitos de los aires.
Ya más tranquilos y con las sobrillas esta vez bien colocadas, no paraban de reír ellos y casi toda la playa.
Fue un día espléndido, gracias a Carlitos hicieron muchas amistades comieron todos juntos y lo pasaron genial y encima Carlitos voló.
¡Jajaja! Me ha encantado. Muy divertido, Mª Carmen 🙂
¡Ja,ja,ja! Buenísimo, me he reído un buen rato.