El reto de… octubre
Como parece que últimamente le tenéis muchas ganas al género negro, este reto del mes va de misterio.
Además, el azar nos ha sido favorable y esto es lo que nos ha salido en los dados:
Así que, ¿qué os parece escribir un relato policíaco en 400 palabras? Pero no olvidéis introducir las tres palabras: sangre, alarma y huella digital.
¿Os atrevéis?
Podéis subir vuestros relatos como comentarios de la entrada. ¡Estamos deseando leerlos!
Recibí la llamada de una mujer, que muy nerviosa gritaba:
—¡Está muerto! ¡Está muerto!
—Tranquilícese señora —dije. — ¿Desde dónde llama? ¿Quién a muerto? ¿Dónde se encuentra?
—¡Está muerto! ¡Está muerto! —No dejaba de repetir entre sollozos.
Con mucha paciencia logré que me diera la información necesaria para poder acudir al sitio del siniestro. Puse la alarma del coche y con un compañero nos dirigimos hacia allí. Nos abrió una señorita joven, alta delgada y vestida con un body de satén negro, liguero, medias y zapatos de charol con tacón de aguja. La situación que nos encontramos era dantesca, un gran charco de sangre manchaba el suelo de la habitación llena de huellas dactilares ensangrentadas por las paredes, una ventana rota, un hacha y una pistola con silenciador. Al cadáver estaba boca abajo, le faltaba el pie derecho y la mano izquierda, amputados con el hacha,
Después de tomar declaración a la señorita, me resultaba difícil de entender que mientras se duchaba y se vestía en el baño, no hubiera oído ningún ruido, pero no era el tipo de persona con la fuerza para cortar de forma limpia y de un solo tajo los miembros que le faltaban al muerto.
Al poco tiempo apareció una señora acreditando ser la esposa del difunto, acompañada por su abogado.
—¡Te lo tenías merecido! —dijo dando las gracias a la señorita por haberle matado.
—No se equivoque señora, yo no he sido —contestó la aludida.
—Entonces, si tú no ha sido ¿Quién lo ha hecho?
En ese momento apareció otra mujer diciendo que la esposa era ella y llevaba en brazos un bebé. Inmediatamente después de las presentaciones, entraron dos mujeres más diciendo lo mismo, todas acreditaban con papeles ser sus esposas y yo me preguntaba:
«¿Quién ha llamado a todas estas mujeres y sobre todo, quién es el muerto?»
Llegó el juez a levantar el cadáver y al darle la vuelta, el muerto no era el que tenía que ser, llevaba la documentación del esposo, supuestamente, de todas las mujeres allí presentes.
Cuando me disponía a llevarlos a todos a comisaria, entró por la puerta un señor alto y corpulento que correspondía a la identidad de la cartera encontrada en el finado.
Las mujeres se enzarzaron con él y yo me lleve a la señorita y al difunto para intentar averiguar quien era y quien lo había asesinado en la habitación de un hotel.
¡Jajaja! Vaya vuelta de tuerca le has dado al doble misterio. ¡Muy bueno!
Ma. José este relato merece una segunda parte, quiero saber quién es el muerto y qué pasa con el bígamo.
¡Vaya lío has montado! ¡Muy bueno!
Me encanta María José; opino como Pilar, necesitamos una segunda parte.
Me ha gustado mucho y me he quedado con las ganas de saber quien es el muerto. También quien es y cómo acaba el “Don Juan” polígamo; ¿Habrá justicia divina? Doble misterio que resolver. Me leería la novela.
Abrí los ojos. El sonido de aquella maldita alarma me había despertado. ¿Por qué se habría activado? Me levanté, y descalza, salí de mi habitación. Olía extraño, un efluvio penetrante, cárnico; pero no me paré. El largo pasillo hasta la puerta de entrada parecía no acabar nunca, mis pies barrosos, húmedos, se arrastraban lentamente, como si el suelo los sujetara; atrapándolos en el lodo. Escuché la voz de mi hijo pequeño: «Mamá, ¿Eres tú?». Sollozaba. «Si cariño, duérmete», le contesté en voz bajita para no despertar a nadie más. Me acerqué a su puerta y suavemente la cerré. El niño continuaba sollozando, sus lloros fueron difuminándose y desapareciendo entre el ruido —taladrante—de la alarma mientras continuaba por el eterno pasillo. Por fin, llegué al cuadro de control de esta y la apagué. Mi hijo había dejado de llorar. Silencio; sólo percibía el silencio en la oscuridad de la entrada de mi casa. Encendí la luz y curioseé por la mirilla. No había nadie. Giré en redondo y lo vi. «¡Dios mío!», exclamé aterrorizada. Un rastro de sangre se dibujaba en el suelo del pasillo; en las paredes, como macabros cuadros, aquellas huellas y rastros formaban una infernal galería de arte. ¿De dónde había salido toda aquella sangre? Más bien la pregunta era: ¿De quién era toda aquella sangre? Corrí, o lo intenté porque mis pies solo lograron arrastrarse, hasta las habitaciones de mis hijos. Ambos estaban bien; dormían. Contuve el aliento y me dije: «¡Esta sangre! ¿Tuya? ¡Tuya; amor! ¡No; muerto, no! ¡Qué horror! ¿Dónde estás? ¿Durmiendo? No, no, ¡Tuya! ¿Un sueño; una pesadilla? ¡Horrible pesadilla! Despertar. ¡Despertar, ya!». Grité, pero mi voz no se escuchó; solo había un vacío, un hueco en el espacio, en el tiempo. ¿Qué era aquello? ¿Qué hacía esa sangre en mí casa? ¿Dónde estaba él? Lo llamé; no me contestó. Acaso, ¿No se encontraba en casa? ¿A estas horas? ¿Dónde habría ido? ¿Sería suya la sangre del pasillo?, me inundaron las dudas. Corrí hacia mi habitación, preparada para encontrarlo muerto, y encendí la luz. «¡Horror!» La sangre salpicaba la cama; como arrullada con una colcha de macabros pétalos rojos. Y debajo del edredón un bulto. No pensé en nada; no pude. ¡Era la peor pesadilla de mi vida! «¡Despiértate!», grité al helador vacío. Me armé de valor y retiré con cuidado las sábanas. Esos ojos abiertos me sobrecogieron; sus facciones me desconcertaron. La muerta era yo.
Estupendo relato, Amparo. Eso sí, no es de misterio, sino de terror.
Y cómo se nota la última clase. Bravo por ese monólogo interior. ¡Niquelado! 🙂
Un relato que transmite muy bien la angustia del personaje. Me ha gustado mucho, gracias Amparo.
Buenísimo Amparo, me encanta la tensión del relato.
Me ha encantado. Me alegro mucho de que os animéis, me entusiasma leer vuestros relatos.
Llevaba varias semanas en el monte, oculto, agazapado en la choza de unos pastores. La Guardia Civil lo estaba buscado. La mujer lo había denunciado por la desaparición de sus dos hijas. En las noticias aparecían los rostros de las niñas sonriendo.
Esa noche durmió a las niñas con somníferos. Las corto el cuello como corderos ante el sacrificio, lavo con esmero sus pequeños cuerpos; las envolvió, en un juego grotesco, con las sábanas de Micky Mouse y las echo a las aguas heladas del río. Sin piedad, sin remordimientos. «¡Esa guarra se va a enterar!» «¡Las hijas son mías, solo mías!» Macario Bermúdez era empleado de banca, se había divorciado hacía seis meses de Blanca Torres. No podía soportarlo, se revolvía pensando que esa mujer que vivía de “su” sueldo hubiera conseguido la custodia de “sus” hijas. Algún día se encontraría con ella y le daría un mal golpe «¡Se iba a enterar esa cerda, gorrona, hija de la gran …!» Macario cambio de opinión, no mataría a la madre, le haría aún más daño, viviría sí, pero estaría muerta en vida. Un odio primitivo y ancestral le llevo a planear, con una frialdad de felino, el horrible asesinato de sus hijas.
La Científica había entrado en casa de Macario, no parecía haber nada que lo incriminara, no había huellas, solo un fuerte olor a lejía invadía el aire. Puértolas, siempre meticulosa, tomó los restos de unas pequeñas gotas de sangre que habían salpicado las flores pintadas de los azulejos. El ADN se comparó con el de los cordones umbilicales que la madre guardaba en una cajita junto con los dientes de leche de las niñas. No cabía duda, coincidía con el de Susana, la más pequeña de tan solo dos años. Pero los cuerpos no aparecían.
La madre había dejado de gritar que buscaran a sus hijas, que la devolvieran a sus pequeñas. Su cerebro se había apagado con un clic, la incomprensión ante el horror y el acto anti natura que suponía el filicidio había ralentizado su vida en una eterna espiral de sufrimiento.
La alarma la dieron unos pescadores, en la laguna habían encontrado el cuerpo de Marta. Peinaron la zona para encontrar al asesino, se hicieron batidas con perros entrenados. Pasaron meses y llego el verano. Los pastores subieron el ganado a la montaña, entraron en la casuca para guardar sus aperos, allí estaba Macario ahorcado con su propio cinturón satisfecho de haber conseguido su objetivo, la justicia no le había atrapado y su mujer, muerta en vida, jamás volvería a ver a sus hijas.
Muy bueno, Pilar. He aquí un ejemplo de la humanidad del género negro, en su jugueteo con el drama.
Bravo, Pilar. Es una gran relato. Buenísimo.
Genial.
Pilar, se me ha puesto la carne de gallina al leerlo. Real como la vida misma. Muy buen relato.
Escrito con la crudeza que el terror real se merece
Que fuerte Pilar, los pelos de punta amiga. Menuda narración, genial. Enhorabuena guapa
Esta muy bueno, en verdad para los pelos de punta y arruga el corazón al pensar en ese sufrimiento. Creo que hace poco hubo un caso real mu parecido 🙁
La justicia
Primero gritos y luego el profundo silencio. El tiempo se detuvo y un zumbido golpeo mis oídos, dos impactos golpearon mi tórax, desplomándome sin poder moverme. Sobre un charco sangre los ojos color miel de mi esposa, yacían abiertos con fría languidez. Sentí el peso de la vida cayendo sobre mí como roca. La sirena de la ambulancia es lo último que recuerdo, antes de perder la conciencia.
Desperté en el hospital con un ataque de pánico, recordando lo sucedido. Mi hijo Miguel, estaba junto a mí.
―¿Tu madre?, pregunté. Miguel movió la cabeza negativamente, sollozando. Me abrazó tratando de buscar sosiego y al mismo tiempo tratando de confortarme.
―Tranquilo papá, yo cuidaré de ti. Me vine abajo, “La nueva revolución” había cumplido sus amenazas, dimitiría a mi puesto o el siguiente podría ser mi hijo. La advertencia quedó clara y mi amada había pagado el precio.
Trataba de calmarme, cuando se abrió la puerta, un hombre alto de cabellos blancos se acercó, identificándose como el Teniente Marquez.
― Necesito saber, ¿Cómo paso todo? ― Preguntó. Suspiré y expuse lo sucedió, tratando de contener el llanto con cada recuerdo.
―Tranquilo,―respondió―le entiendo,…pero es necesario…, ¿Alguien lo ha amenazado?. ―Respondí negativamente, aunque había recibido varias llamadas desconocidas pidiéndome que procediera a favor del partido. Yo era miembro de la corte suprema de justicia.
El detective se marchó, asegurando que las investigaciones estaban en marcha y que me mantendrían informado.
Esa noche la enfermera entró, medicándome algo para el dolor y para poder dormir; hizo efecto pronto, pero desperté de una sacudida ―!Papá despierta!― abrí los ojos, inquieto.
― El vigilante no está. Han llamado diciendo que te saque de aquí. ― Aludió, pero no hubo tiempo. Sobre el frio silencio unos pasos cruzaban el corredor y alguien entraba a la habitación; Yo por mi parte hice que dormía, abrí los ojos, al momento que Miguel asestaba el golpe en la mano que sostenía una pistola, el arma cayo al piso y el sicario escapó con rapidez; así que pudimos suministrar el arma a la policía.
Al amanecer contratamos un nuevo guardaespaldas y entrada la mañana el detective Marquez, nos informó que la pistola era la misma que fue usada en el tiroteo y que estaban tratando de conseguir alguna huella, que pudiera identificar al perpetrador.
Pasó un año hasta que atraparon al asesino, “por fín se haría justiciaˮ pensé. Hasta que la sentencia llegó declarándolo inocente, sin embargo, fue cuando lo vi salir del juzgado con una sonrisa, que desbarató mis convicciones profesionales dándole la razón a Platón, “La peor forma de injusticia, es la justicia simulada”.
Muy bueno, Analiz. Aunque más que de misterio, es de acción, muy buen grado de tensión narativa 🙂