El reto de… enero
Llega 2021 y, con él, un nuevo reto para los escritores de Trucos de Pluma.
Lástima que Filomena haya colapsado toda la ciudad, pero, ¿por qué no escribir sobre ello?
Nuestro reto de enero consiste en un relato de 400 palabras en el que se incluyan las siguientes palabras:
Además, tened en cuenta que la tormenta tiene que ser de nieve y que el desenlace debe ser la frase de la carta, sin quitar ni poner un punto y sin añadir nada detrás.
Como truco, recordad que esta carta de desenlace es la que dará coherencia a vuestro relato, así que debéis tenerla en cuenta desde el principio.
¿Os atrevéis?
Podéis subir vuestros relatos como comentarios de la entrada. ¡Estamos deseando leerlos!
Amaneció toda la ciudad blanca, había estado toda la noche con una gran tormenta de nieve, los caminos estaban intransitables, pero Ana decidió que saldría a dar un paseo con sus botas de esquiar para no caerse, era un hecho poco común en una ciudad como Madrid y no quería perdérselo.
Al rato de transitar con mucho cuidado, le llamó la atención una mujer que estaba intentando sacar su coche, sin pensarlo se acercó a ayudarla, pero la mujer de muy malas maneras le gritó:
—¡Quieres robarme el coche y no lo voy a consentir!
—No tranquila, solo quiero ayudarla —contestó Ana.
La señora muy alterada seguía gritando e insultando a Ana y está se dio cuenta que la pobre mujer no estaba en sus cabales y que sería inútil hacerla entran en razón, así que intentó aproximarse al coche y la mujer fuera de sí y con sus malos modos, casi le da una patada al mismo tiempo que la maldijo chillando:
—¡Ojalá nadie se acerque a ti y te hagas vieja sin compañía!
Ana desistió y siguió caminando sin hacerla mucho caso. Al principio no se dio cuenta, pero según iba andando, se cruzaba con la gente que la miraban de forma rara y se apartaban de ella como si tuviera la peste. Quiso pensar que su imaginación la estaba jugando una mala pasada y que no era verdad que se había hecho efectiva la maldición de la mujer perturbada.
Pasaron dos días y Ana estaba histérica, efectivamente, nadie la dirigía la palabra, los amigos no la llamaban, ni la escribían mensajes, cuando intentaba conversar con alguien, no contestaban y se alejaban de ella, se estaba volviendo loca.
Se tomó un somnífero y se durmió deseando que todo hubiese sido una pesadilla. Un sueño llegó a su mente, una bella anciana le decía que la maldición dejaría de ser efectiva cuando hiciera un acto de bondad y que al despertar no se acordaría del sueño.
Se levanto con dolor de cabeza y salió a tomar el aire. Al doblar la esquina, un pequeño gatito tiritaba de frio, se agachó lo cogió entre sus brazos, rescatándole de una muerte segura, y con voz suave le dijo:
—Pobrecito, que frio tienes, no te voy a dejar en la calle, te vienes a vivir conmigo.
Empezó a sonar el móvil como loco de todos los mensajes atrasados que entraban y la gente la volvía a sonreír.
La maldición desapareció, como había sido predicho.
Muy bueno, Mª José. Muy bien hilados los dos encuentros y la llegada al desenlace 🙂
Muy bien Ma. José. Gracias por inaugurar con tu relato 2021. Cómo me daba pena que sólo hubiera uno, os mando un pequeño cuento. Espero que os guste.
Me gusta mucho Mª José. Muy bueno.
Genial Mª José.
Simón leía su libro de naturales de 6º de Primaria, la parte en la que explicaba los estados de la materia y los ilustraba con el ejemplo del agua. Sólido, líquido, gaseoso, hielo, agua, vapor.
Levantó la vista del libro reflexionando sobre lo que acababa de leer “¿Sentiría el agua esas leyes como una maldición? Sin poder decidir cuándo ser agua, ni cuándo vapor o nieve. Como Lady Halcón que solo puede ser humana al ponerse el sol u Olaff al que, aún siendo un muñeco de nieve, le encanta el calorcito.”
Las noticias que su padre veía en la televisión captaron su atención.” Se espera una tormenta de nieve para esta noche, se recomienda a la población que no salga de sus casas”.
Simón miró por la ventana, se acercó al cristal para observar los aislados y discretos copos de nieve empezar a caer. “Seguro que no es para tanto” pensó “Los del tiempo siempre se equivocan” Pero en su interior deseaba que esta vez tuvieran razón.
A las pocas horas la nieve había cuajado “Pero no es nada especial, mañana ya no habrá nieve” Se dijo Simón y, anhelando lo contrario, se fue a dormir.
Cuando amaneció, no podía creérselo. Una gruesa capa de nieve inmaculada lo cubría TODO.
A Simón aquel paisaje le fascinaba, la batalla ganada de la naturaleza sobre la civilización, era calma, era paz. Aunque el agua no pudiera escapar de su propia maldición, aquello era hermoso.
Sin embargo, a su alrededor su padre no hacía más que recibir llamadas del trabajo y su madre además mensajes del colegio. Las noticias mostraban a las unidades de rescate afanándose por ayudar a los atrapados en su camino hacia… algún lugar. Todos ellos estaban experimentando la maldición del agua. Ser nieve cuando quieres ser agua. Tener que parar tu vida cuando quieres seguir corriendo, sin pensar, sin sentir.
Observando el paisaje Simón llegó a una conclusión, esa nieve no quería ser otra cosa más que nieve y percibía que disfrutaba, plenamente consciente de que era cuestión de tiempo que se transformara en agua. “Mamá ¿Por qué se empeñan en quitar la nieve si se derretirá en unos días?”
El frenético ritmo de vida de los adultos no les permitía ver que no tenían que luchar contra la nieve, sólo era una cuestión de tiempo. A los dos días la maldición desapareció como había sido predicho.
De lo más interesante, esa filosofía sobre el agua. Y muy sutil cómo has conseguido la coherencia. ¡Bravo!
Muy bueno. Me ha gustado mucho.
Muchas gracias Ana.
Jajaja, ya sabes que me ha costado pero está claro que la clave está en la sutileza 😉 Muchas gracias
Precioso Mercedes, me ha encantado tu relato.
Muchas gracias, Pilar.
Precioso y muy imaginativo.
Muchas gracias, María José
En la antigua ciudad de Mageret todos sus habitantes estaban malditos, la sibila del oráculo había predicho que ninguno de sus hijos llegaría a vivir lo suficiente para dar nietos a sus padres y su estirpe desaparecería. Desde hacía mucho tiempo peleaban con la ciudad de Magala por las fuentes del Gola, su control permitía el riego de los campos y la riqueza de las dos ciudades. Tratados, pactos y acuerdos siempre eran violados por los avaros tiranicidas, lo que provocaba guerras y hambrunas. Así la terrible maldición iba cumpliéndose inexorablemente al entregar a la batalla a los más jóvenes.
Aquella noche antes de la contienda hubo una terrible tormenta de nieve en el paso de Talak, en las montañas del Norte. Los dos ejércitos quedaron atrapados, los carros que arrastraban la impedimenta estaban sepultados por la nieve. Todo quedo en silencio y una calma tensa y desasosegante se apoderó de los jóvenes soldados. Nunca habían visto esa lluvia fría y blanca, atemorizados creyeron que era un mal augurio ¿Se cumpliría esa noche el presagio de la sibila?
Había pasado más de una semana y ningún mensajero había llevado a las ciudades noticias de la batalla. Las madres de Magaret y Magala tomaron el camino del templo esperando una respuesta de la sibila. Para ellas no había contienda, juntas encendieron el fuego del altar para que el incienso perfumara la gran nave y juntas se postraron ante la sibila. Sus ojos se llenaron de lágrimas, estaban tan cansadas de entregar a sus hijos a la inutilidad de la guerra.
La gran sacerdotisa les dijo que la maldición podía ser revocada, solo ellas consolidarían un pacto entre las dos ciudades y salvar a sus hijos. Pero ¿Cómo hacerlo? Los tiranos que gobernaban las dos ciudades nunca las escucharían, no tenían ningún poder. Se miraron esperando que alguna hablase.
Malina, de la ciudad de Magala, había perdido ya a tres de sus hijos. Subió los escalones del altar y con poderosa voz, les dijo:
—Iremos a las montañas, rescataremos a nuestros hijos, abandonaremos nuestras casas. No encenderemos el fuego, no hornearemos el pan, no cultivaremos la tierra y no guardaremos los rebaños. Entre nosotras firmaremos un pacto que nunca podrá ser transgredido, no morirán nuestros hijos y nuestros nietos jamás irán a la guerra.
Lo dejaron todo y se fueron. Toda actividad se paralizo en las ciudades. Los tiranos comprendieron finalmente que nada podría hacerse sin contar con las mujeres y de este modo la maldición desapareció como había sido predicho.
Muy bueno, Pilar. Muy bien llevada esa coherencia.
Me gusta mucho. Me has trasladado por un momento a Lisístrata. Me ha encantado.
Me ha encantado.
Me ha gustado mucho el desenlace, el poder de las mujeres para resolver la situación. Muy chulo.